31 de marzo de 2010

Empiezo a odiarte...



Si sigues así, empezaré a pensar que no mereces la pena. Y te aseguro que si llego a pensarlo no habrá vuelta atrás, cuando quieras darte cuenta no estaré para contestar a tus preguntas ni escucharte.

Me cuesta confiar en la gente, pero si veo que la persona merece la pena trago con lo que sea. Y ya he tragado bastante, me he cansado de ti. A día de hoy no sé qué coño hago explicándome, no te necesito, tengo gente a mi alrededor que verdaderamente merece la pena y a pesar de mi corta experiencia no quiero perder más tiempo contigo, esperando a que te dignes a llamarme, a mandarme un SMS que no podría ser más soso o a dejarme un mensaje cutre en Facebook.

No quiero que me llames al leer esto para inventar otra mentira, en las últimas conversaciones había demasiadas cosas que no encajaban bien, incluso un niño pequeño inventaría historias mejores que las tuyas. De hecho, he decidido que no contestaré al telénono cuando te vea iluminarte en mi pantalla, ni siquiera te colgaré la llamada, para que sepas lo que se siente al preocuparse cuando alguien no da señales de vida. ¿Rencorosa? Nunca lo he sido, suelo perdonar y olvidar, pero sí, quizás esté aprendiendo a serlo a partir de las hostias que la vida no deja de darme.
Nunca es demasiado tarde para aprender, y aunque la forma no haya sido la mejor, me alegro sinceramente de haberme dado cuenta ahora de lo que realmente había (y hay). No puedo cambiar lo que siento de la noche a la mañana, porque esto ha ido creciendo con el tiempo. Pero lo que sí puedo hacer es borrarme de tu vida, ayudarte a que te olvides de que sigo en este mundo (incluso en tu misma ciudad), si es que eso es posible.

Hace unos días quería una explicación, y no te voy a negar que todavía le doy vueltas al porqué, pero ni siquiera quiero saberlo. Ni siquiera te mereces un minuto de mi tiempo para explicarte, algún día veré una foto y escucharé o leeré algo que me recuerde a ti, y sonreiré porque los días juntos no lo pasamos mal, más bien al contrario. Pero estos días que he pasado, estos días no se los deseo ni a mi peor enemigo. Mi cumpleaños está al caer (pero estoy segura de que ni siquiera te acordabas), muchas gracias por este fantástico regalo que me has hecho.

Nunca he sabido por qué me querías tanto, tú tampoco me lo querías explicar, y ahora no consigo entender qué es lo que ha hecho que todo ese cariño se convirtiese en odio. Al final voy a tener que reconocer que estabas en lo cierto cuando decías que seguro que te quería preguntar algo, hace unos días (incluso horas) te habría preguntado cientos, miles de cosas, pero ahora veo claramente que todas esas respuestas no me ayudarían para nada. Sí, podría fingir que todo está bien, pero los dos sabemos que las cosas no son como antes y que, como dice la canción, ya nada volverá a ser como antes.

Dudo que hayas sido capaz de leer hasta aquí, nunca le prestaste demasiada atención a lo que te decía, ¿por qué iba a ser diferente ahora?

En el fondo no nos parecemos tanto, estaba equivocada. Yo puedo tener defectos, como todos, pero sé reconocer cuando he metido la pata, y si tengo algo bueno es que hablo las cosas a la cara. Si lo hubieras hecho, quizás las cosas hubieran tenido arreglo, pero ahora ya es muy tarde, me he despertado del sueño y he visto por primera vez la realidad. No me ha gustado. Entonces ha sido cuando he vuelto a mi burbuja, y esta vez te quedas fuera de ella. Se acabó para siempre.

Hace un par de días me dijeron que antes de pedir tenía que analizar, y después ver lo que realmente podía pedir y lo que no. Hoy he analizado, y me he dado cuenta de que no podrás (o querrás) darme nada de lo que te pida. Sólo te pido una última cosa: olvídame.

No hay comentarios:

Publicar un comentario